Visitación de la Santísima Virgen María

Medianera de los dones y de las gracias,
ven; El señor y tú sean los invitados;
ata estrechamente el vinculo familiar
entre corazón y corazón, entre país y país.
P. José Kentenich (Hacia el Padre  563)

  

“En aquellos días María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entro en la casa de Zacarías y saludo a Isabel” (LC 39-40).  Con estas palabras comienza a relatar Lucas la Visitación. En ellas denota la prontitud de María por llegar hasta su prima para contemplar el inmenso milagro de su maternidad y ponerse a su servicio.

Con el sencillo saludo estalla una profunda onda de gozo que estremece a ambas mujeres: Isabel se siente honrada y conmovida por la visita de la “Madre de su Señor” y María canta de alegría el Magnificat.  Ambas proclaman de diversa manera la inmensa sorpresa y alegría que les trae el haber sido “visitadas” por el Señor.  Mientras Isabel anuncia la maternidad única de María como Madre del Mesías, María destaca la visita del Señor a su vida, para cumplir y superar todas las promesas que hizo Dios en el Antiguo Testamento.

“¡Feliz de ti por haber creído!” (LC 1, 45).  La verdadera fe inunda los corazones de alegría. Esta alegría la hemos encontrado muchos junto a la Sma. Virgen, la “Mater laetitiae” (Madre de la alegría) como la invocan las letanías.

 El amor a María no es sólo algo tradicional, sino siempre «actual». Esto significa que desde  que nos levantamos    hasta que nos acostamos queremos vivir en la presencia de María, amar con el corazón de María, trabajar con Ella en medio de nuestros barrios, perdonar como Ella lo hacía,  rezar con Ella en cada hora, servir como lo hizo Ella hasta no dar más.     

Texto     extraído  de la Carta  a los misioneros  del  mes de Junio  escrita por el Padre Juan José Riba (Asesor Nacional de la Campaña del Santo Rosario).        

Foto tomada de la pagina web Catolicos.org.                       

                                                                                    

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