«Vengo a buscar aliados para la Misión”
El 16 de noviembre de 1958 el Padre Pedro José Kentenich celebró su cumpleaños en Milwaukee. Allí dijo a su Familia reunida en el Santuario:
“¡Mi Misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María!«
Mi tarea es proclamar a la Santísima Virgen, revelarla a nuestro tiempo como la colaboradora permanente de Cristo en toda su obra de redención y como la Corredentora y Mediadora de las gracias. Revelar a la Sma. Virgen en su profunda unión con Cristo, en bi-unidad con Él y con la misión especifica que Ella tiene desde sus Santuarios de Schoenstatt para el tiempo actual”
El sacerdote José Kentenich fue el fundador de la Familia de Schoenstatt, movimiento de educación y renovación apostólica marcadamente laical nacido en el seno de la Iglesia.
Padre y educador en la fe se empeño en forjar una comunidad formada por hombres nuevos impulsados por un profundo amor a María, libres, con una gran interioridad, con voluntad y disposición de decisión, responsables ante su propia conciencia, alejados del hombre sin yo, despersonalizado y masificado interiormente que hoy abunda por todas partes. Hombres filiales, capaces de cambiar el mundo sobre la base de una espiritualidad mariana. Detecta desde muy joven el gran cambio que se avecina. Dirá: …“El viejo mundo está en llamas, en el horizonte aparecen, dejándose reconocer lentamente, las líneas estructurales de un nuevo orden mundial”
Como profesor lo unió a los estudiantes una relación de confianza poco común para la época. Siendo Director Espiritual de los estudiantes de Schoenstatt expresará: …“Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales”. Ésta meta lo acompañará durante toda su vida.
En los albores de la Primera Guerra Mundial consagra todas sus fuerzas para descifrar y realizar el plan de Dios. Tiene la certeza de que el Padre está detrás de todos los acontecimientos. En 1914 en condiciones extremadamente difíciles, puso los cimientos de su obra. …“El arma, la espada, aquello con lo que salvaremos la patria es la seria y severa penitencia, la disciplina, el vencimiento propio: la auto santificación.” (18-10-1914)
En la plática del 18 de octubre sella una Alianza con la Santísima Virgen María, Madre y Reina Tres veces Admirable de Schoenstatt, vinculada a un lugar. La Alianza es un mutuo compromiso “Pacto” de María con el Padre y los jóvenes. Esto constituye el alma del Movimiento de Schoenstatt.
“Sin duda alguna no podríamos realizar una acción apostólica más grande, ni dejar a nuestros sucesores una herencia más preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia.” (18-10-1914)
El Padre sufrió grandes pruebas en su vida de Fundador. Atraviesa así la Primera Guerra Mundial. Duros años de posguerra, la confrontación con el nacional-Socialismo, que incluyen años de cárcel y campo de concentración, en plena Segunda Guerra Mundial. Debió acudir muchas veces a la protección y ayuda de la Madre de Dios para soportar el horror, el sufrimiento y la miseria que se vivían en el campo de Dachau.
Durante los años siguientes recorre diversos países y continentes, trabajando intensamente por la difusión de su Obra, tras haberle dado dimensiones internacionales en el mismo campo de concentración. Desde allí escribe textos teológicos, pedagógicos y educativos que llevan a confiar en el Padre providente, en el Dios vivo. Dirá desde Dachau a su familia: “Visiten el Santuario diariamente por mí y pidan a la Santísima Virgen, en mi nombre, que Ella permanezca fiel a la Familia y nos implore –para mí en primer lugar- un ardiente amor a la cruz y al Crucificado.”
Soporto calumnias, pruebas impuestas por la misma Iglesia por un escrito enviado desde Chile al Arzobispo de Tréveris y a través de éste a todos los obispos alemanes. Allí hace un diagnóstico de la Iglesia y con claridad le manifiesta su preocupación por el futuro de ella. Califica el pensar “mecanicista” como el obstáculo más grande para el desarrollo y eficacia de la misma y considera que la única forma de ser superado es por el pensar y vivir orgánicos.
…“Hay momentos en la historia en los que se decide la salvación o la perdición de muchas generaciones”… Desde un principio fui consciente de que en Schoenstatt se jugaba el destino de Occidente. Por esto fui tan cuidadoso en la repuesta oficial al Arzobispo… y, el 31 de Mayo de 1949, antes de enviarla, deposité solemnemente la primera parte sobre el altar de la Madre tres veces Admirable en Chile y la dejé allí durante toda la noche. Me creí igualmente obligado a depositar en la balanza mi propio futuro y mi destino. Por sus graves consecuencias y por su importancia para la historia de la Familia, fue un acto similar al del 20 de Enero de 1942”. (Estudio, 1954)
La respuesta no se hizo esperar, fue separado de su Obra y enviado al exilio a Estados Unidos. En Milwaukee pasa catorce años, hasta 1965. Todo esto significo para el Padre Kentenich un seguimiento personal de Cristo y, por ello, algo muy propio de toda su vida.
“…Fue evidente para mí que el desarrollo debía darse esencialmente tal como luego ocurrió históricamente. Por eso, la aceptación de los actos de fidelidad no significó para mí en absoluto una satisfacción personal. Para mí equivalía a decir “SI” a un Vía Crucis que debía llevarse a cabo en sus catorce estaciones. Sucedió todo de tal manera que nada me sorprendió, sino que, por el contrario, me alegraba de los clavos, los golpes de lanza y las espinas que me alcanzaban.”(Carta al Padre. Koster, 17-1-55)
Todo, también la cruz, eran para él expresión del amor paternal misericordioso de Dios. Incansablemente enseñó y manifestó este amor, haciéndose él mismo PADRE de muchas personas. Fue defendido, luego de conocer sus escritos, su forma de actuar y la fecundidad de su obra por sacerdotes, obispos y cardenales. El Concilio Vaticano II confirmó muchas tesis del Padre Kentenich.
Se retiraron las acusaciones y decretos en su contra.
En diciembre de 1965 fue recibido por el Santo Padre Paulo VI. En esa audiencia le manifestó su reconocimiento, tanto a él como a su Obra. En la Navidad de ese año, como regalo de Nochebuena, el Fundador regresa a Schoenstatt.
El Padre Kentenich pone nuevamente su persona y su Familia de Schoenstatt al servicio de la Iglesia.
Los últimos tres años de su vida lo encuentran en plena actividad, consolidando su fundación y proyectándola hacia el futuro.
Fallece el 15 de septiembre de 1968 repentinamente, tras celebrar su primera y última misa en la Iglesia de la Adoración en el monte Schoenstatt. El “Ite Misa est”, “Id ahora yo os envío”, fueron las ultimas palabras a su Familia.
El Padre y Fundador partió a la eternidad tan sencillamente como fue su vida. Fue sepultado en la sacristía de la Iglesia, en el mismo lugar de su muerte. Las palabras esculpidas sobre su tumba, Dilexit ecclesiam-Amó a la Iglesia, son el resumen de su vida y de su Obra.
Texto: Recopilación de los siguientes libros:«Autorretrato del Padre Kentenich, su misterio interior» del Padre Juan Pablo Catoggio. Folleto «Respuesta» año 1976 -Copyright P. Esteban Uriburu